¿Qué es lo más raro que haces?

Preguntamos a algunos amigos y colegas qué es lo más raro que hacen en la editorial donde trabajan: lo más inesperado, lo que probablemente nadie imaginaría. Compartimos aquí algunas respuestas que recibimos.

12 mayo 2025

© Douglas Coupland, Try to Catch Me if You Can (detalle), 2014.


Creo que lo más «raro» que hago para la editorial es revisar libros de historia del arte, descargar archivos públicos de obras maestras, recortar reproducciones de arte que aparecen en los diarios, comprar catálogos de arte contemporáneo del Met o del MoMA, visitar la página del Prado o del Thyssen o ir a muestras, and so on and so forth, para alimentar nuestro banco de imágenes específico y determinar luego cuál es la indicada para la tapa del libro que vamos a publicar. Debo aclarar que esto, lejos de disgustarme, me parece un sueño espectacular y permite formar una suerte de arco iconográfico sentimental, algo así como un Atlas Mnemosyne sui géneris. —Raúl Andrés Cuello, Partícula


Hay una cosa bien rara que hago en la editorial. De hecho es tan rara que solo es necesaria durante los meses de invierno. Cuando hace frío y tengo que imprimir con tipos móviles en la minerva a palanca debo colocar una vela debajo del plato de tinta y esperar a que se temple el hierro fundido antes de poder entintar y empezar a darle manija a los rodillos. Si es un día de frío cojonudo hay que mantener la vela encendida durante toda la jornada de impresión. Son muchas horas junto a una vela. Hace que la impresión tipográfica se parezca a un culto. —Eric Schierloh, autor, editor, diseñador, impresor, encuadernador, etcétera, en Barba de Abejas


Creo que lo más curioso que hago es llevar un registro minucioso de la composición de colores de cada nueva portada. Cada vez que un libro se va a imprenta, completo una nueva celda en nuestro Excel consignando la información más técnica, ordenada por colección. Es ahí donde los códigos numéricos indican una materialidad: Pantone 183C + 20% de plata para la tapa de La terraformación, de Bratton, o CMYK + Pantone flúo 804 + Pantone 5743 para la novela Espacio negativo. Una información muy importante que me resulta a la vez muy concreta (porque luego la tapa lucirá esos colores) como infinitamente abstracta (porque sigo sin entender cómo se comportan los colores sobre los papeles, ni cómo se los mezcla para llegar a esas combinaciones). —Malena Rey, editora y coordinadora de producción en Caja Negra


Cuando mis ojos están cansados de revisar y corregir textos, a veces realizo alguna actividad física en la oficina para distraerme, como deambular en el patio o acomodar las cajas de libros que nos rodean. Lo hago, por un lado, para que no se me escapen las erratas, que tienen la perversa capacidad de esconderse cuando bajas la guardia, y, por el otro, para evitar que las cajas nos sepulten. —Germán Vázquez, corrector en Gris Tormenta


Los editores dedicamos la inmensa mayoría de nuestro tiempo a contestar emails atrasados, atender reuniones, perseguir facturas y a deudores, coordinar impuntualidades e imprevistos... y qué tan poco a leer, retocar textos, acompañar a autores, conversar. Cuando no puedo más, aunque no es ni tan raro ni tan inesperado, me levanto y riego las plantas. —Eduardo Hurtado, H&O Editorial


Alguna vez, uno de mis autores se «robó» sus propios libros de una librería. Presentábamos en la librería El Péndulo, y al final de la presentación el padre del autor pensó que los libros sobrantes se los podía llevar, porque eran de su hijo, lo que derivó en un escándalo en el que tuve que hacer de investigador, casi policiaco, para descubrir quién había tomado los libros. Al final del día solo fue un malentendido, los ejemplares fueron devueltos y quedó un recuerdo absurdo y divertido. —José Bernal, editor de Gato Blanco


Tomando en cuenta que tengo un trabajo de tiempo completo y que a la editorial me vuelco por la noche y durante el fin de semana, creo que resulta sorprendente la cantidad de horas que invierto en la lectura, casi compulsiva, de viejos catálogos de editoriales en su mayoría extintas. Me fascina esa suerte de inmersión arqueológica tan gratificante: todos esos hallazgos son para mí la semilla de un nuevo proyecto, una idea de la que a la postre puedo apropiarme para transformarla en un nuevo libro para nuestro catálogo. —Wendolín Perla, editora de Perla Ediciones


Un editor funge como soporte para sus autores en muchos sentidos. Cuidar que el mensaje y la forma de su obra dialoguen cohesivamente entre sí, que el texto se presente al lector en su versión más luminosa; ayudarle al autor a evitar tropiezos textuales y hasta ser su confidente son parte de nuestras responsabilidades. De lo más raro (por extraordinario e irrepetible) que me ha tocado hacer como editora ha sido servirle de muleta a Vicente Rojo durante una FIL Guadalajara, mientras atravesábamos un caminito empedrado para salir de su hotel. Me dijo: «Tienes la altura perfecta para este trabajo», y proseguimos, mientras yo pensaba, emocionada, qué preguntarle, y él me comentaba cualquier cosa con su característica dulzura. Me perdí del honor de ser editora de Vicente, pero durante unos minutos fuimos compañeros de camino. —Michelle Pérez-Lobo, editora en Era


En la editorial nos reunimos siempre para decidir, por consenso, los colores de las cubiertas. Somos dos personas, y una padece de deuteranopía. —Jochen Vivallo, editor en Los Tres Editores.

© Douglas Coupland, Joan of Arc (detalle), 2019.


Durante el tiempo de pandemia, tras verse suspendidas todas las ferias del libro, los organizadores pensaron en alternativas digitales para poder llevarlas a cabo. Tal fue el caso de la Feria Internacional del Libro de Antropología e Historia; ellos idearon una feria del libro virtual, donde se podía hacer un recorrido por los stands, al estilo de Google Maps, y solicitar videollamadas a las editoriales participantes. A los expositores nos solicitaron permanecer conectados en el horario usual de la feria (de nueve de la mañana a seis de la tarde), con el fin de esperar estas videollamadas. Pasé diez días conectada en la misma pestaña del navegador (pues si cambiaba de pestaña mi stand aparecía como desconectado) esperando una videollamada que jamás llegó.  —Paulina Ortega López, administradora de Ediciones Tecolote


Lo que nadie me dijo de ser editora es que mi relación con Excel sería mucho más estrecha de lo que imaginaría; que las matemáticas las usaría casi como si estuviera en secundaria: todos los días y a la fuerza; que para que un libro ocurra, no solo como objeto, sino como experiencia, debe haber un intercambio casi infinito de mails; que el acompañamiento que damos a autoras y autores es fundamental, siendo muchas veces confidentes de sus inseguridades y traumas. En realidad, lo más inesperado es que cada obra implica, finalmente, una secuencia de sucesos y decisiones afortunadas —o no tanto—; por eso, aunque todos editáramos el mismo título, no habría un libro igual a otro: estamos frente a un fenómeno tan singular como universal. ¡Qué maravilla! —Ketzalzin Almanza, editora en Grupo Planeta


Hace tiempo, al final de una presentación en una feria del libro, terminé convertido en una especie de Kevin Costner —por su papel en El guardaespaldas— de la icónica Mariana Enriquez. Caminamos cuatrocientos cincuenta metros perseguidos por una turba que buscaba una firma de la argentina. Aquel viaje no duró más de quince minutos. Desde entonces no volví a saber nada de ella. Por su puesto, los más paranoicos pueden realizar su oficio con protección igual que los caballeros se ponían una armadura poco antes del combate. —Carlos Priego, gestor editorial en Malpaso


No creo que haya algo particularmente raro en lo que he hecho. Sin embargo, durante mi primer año sí hubo dos que tres momentos que no sé si calificar de raros, pero que jamás imaginé que haría. Tuve la oportunidad de acudir a ferias, y lo que más me daba risa de los preparativos era que en mis maletas había más libros que ropa. Convertir, poco a poco, mi equipaje en ejemplares me generó la linda —y ligera— expectativa de regresar con las maletas vacías y, sobre todo, con la felicidad de saber que los libros encontraron a sus lectores. —Alexandra de la Colina, asistente editorial en Dharma Books


Lo más raro que tengo la impresión de hacer en mi trabajo es tener que llenar una tarjeta una vez que el libro ya está publicado, impreso y retractilado, en la que debo palomear si todo está bien con el libro (volver a ver, otra vez, quizá por cuarta vez, si todo está bien con el libro). Pongo unas palomitas si todo está bien, otra vez, y una equis si no, y marco las erratas o cosas que hay que corregir para la reimpresión, si es que algún día la hay. Siempre que llegan los libros de imprenta hacemos esto tres personas. Una vez hecho esto, después de que tres personas revisemos el ejemplar impreso y la papeleta tenga nuestras firmas, entonces por fin el libro puede ya entregarse en almacén y distribuirse. —Alejandro Merlín, Subgerente de Cuidado Editorial y Producción en FCE México


Parte de mi trabajo consiste en acompañar de forma muy personalizada a lxs autorxs durante el lanzamiento de sus libros y posteriores presentaciones, así como entrevistas y mesas de diálogo. El año pasado publicamos Astronomía, ¿para qué?, de la divulgadora de la ciencia Julieta Fierro. Y, bueno, ser partícipe de sus espectáculos ha sido toda una locura. Me ha tocado subir al escenario —que más bien son shows sobre ciencia— y colaborar en toda clase de demostraciones de experimentos, desde probar y comprobar los efectos de la gravedad hasta arrojar cucarachas, sí, leyó usted bien, cucarachas de plástico en el momento en que ella habla de la dieta de lxs astronautas. Ha pasado que, en un día normal, mientras busco mi monedero o mi celular, aviento mi bolsa luego de gritar porque alguna cucaracha de polietileno espera paciente en el fondo de mis pertenencias su próximo show. —Margarita Isabel, coordinadora de marketing, difusión y prensa en Sexto Piso


Hace casi diez años, cuando empezó el proyecto, nunca imaginé que buena parte de nuestra actividad editorial consistiría en no hacer nada. Que no se malentienda: no quiere decir que no trabajemos, sino que los periodos de agitación intensa y actividad febril están determinados por nuestra capacidad de hacer libros. Como Festina es una editorial muy pequeña, producimos y distribuimos libros según nuestras posibilidades materiales y económicas. Cuando lo hacemos, les dedicamos una cantidad considerable de trabajo, esfuerzo y cariño. Después de eso, solo queda esperar. No queda más que apagar nuestras computadoras, suspender las lecturas de corrección y toda actividad editorial, y esperar: que nos otorguen la beca a la que postulamos, que los recursos de las ventas lleguen a nuestra cuenta bancaria, que alguna institución acepte nuestra propuesta de coedición. Mientras tanto, en ese silencio, nos dedicamos a pensar qué nos gustaría publicar cuando termine esa pausa de no hacer nada. —David González Tolosa, editor de Festina


En eventos sociales me disculpo por «no haber leído» al menos un libro de cada uno de los presentes, lo cual es ridículo. En las conversaciones de coctel o de presentación se genera un momento de mucha «cordialidad» y mentira absoluta cuando decimos: «No he leído tu novela, pero me la voy a conseguir». Al menos en mi caso, es falso 95 % de las veces. Y de ahí sigue una coreografía de más falsedades como «¿De qué trata?», «Suena muy interesante», «Me parece haber leído algo de ella»… —Una editora cortés



Otras encuestas relámpago en esta serie:

Me gusta muy poco lo que leo, sobre los manuscritos que leen y rechazan los editores.

Ecos del Paraíso, sobre cómo distintos creadores imaginan el paraíso.

¿Qué es lo mejor que ha hecho un editor por ti?, sobre algo que de otra manera no habrías visto.

Amaba decir: «ese también lo tengo», sobre el autor más repetido en las bibliotecas personales.


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