Un mundo de elogios

Jazmina Barrera, Emiliano Becerril y Andrés Cota Hiriart conversaron en torno a ‘Cien palabras a un desconocido’, de Louise Willder, y los ‘blurbs’. Reproducimos fragmentos de la charla.

Shelves Full of Books on Ten-panel © National Palace Museum of Korea (detalle).


Andrés Cota Hiriart (ACH):
En los libros de la colección Editor hay una cierta provocación e invitación a pensar acerca de todo lo que compone un libro. Cien palabras a un desconocido, de Louise Willder, que es parte de la colección, habla de los blurbs, una palabra que se asocia a los elogios, y que es una especie de gancho para que el libro se prenda al lector. La autora aclara que en Reino Unido son más que eso. Propongo que empecemos esta conversación demenuzando qué es un blurb y qué representan para ustedes como editores.

Jazmina Barrera (JB): Es interesante cómo la autora plantea las diferencias culturales alrededor de los blurb. Willder es de Reino Unido. Para ellos el blurb es tanto el texto de la contratapa como las frases de autores conocidos que se le agregan al libro para atraer a más lectores. Como dices, son una especie de gancho. Hasta hace poco, lo más usual para nosotros como hispanohablantes era leer solo un texto en la contratapa, pero ahora también encontramos frases elogiosas, que es lo que yo entiendo como blurb. Y he visto casos extremos. En Estados Unidos los blurbs se han apoderado de los libros. Están en la contra, en las primeras y en las últimas páginas, en las solapas, en el cintillo. Es impresionante. Son como una plaga. Willder describe en Cien palabras un sentimiento que también yo he experimentado con ese tipo de libros: la angustia de no saber de qué tratan, a pesar de tantos elogios. Hay mucha broma, claro. Este libro me hizo reír tanto.

Emiliano Becerril (EB): En general, en la industria cultural hay muchos artificios. Se crean objetos de deseo para ser consumidos más allá del contenido mismo de la industria cultural. Por ejemplo, es muy probable que las personas vean una nueva película, aunque sea malísima, solo porque el director tiene cierto prestigio. En el mundo de la literatura es igual. Hay nombres de autores, editoriales, opinadores y medios que tienen cierto prestigio. Los blurbs son parte de los artificios de la industria editorial, y la anglosajona es mucho más cínica. Ya estoy harto de ver, como ellos dicen, «la película del siglo» o de leer «el libro del siglo». Al parecer todos son el bestseller del New York Times. Realmente me pregunto cuál es la diferencia si todos lo son. 

Los editores tenemos que dialogar con estos objetos de deseo, estos artificios, porque ayudan a plantear una visión editorial, una mirada, y Cien palabras hace que, como editor, reflexiones sobre cuál es la justa medida.

Mientras lo leía, recordaba distintas cuartas de forros que he escrito, y pensaba en las palabras quemadas, en los lugares comunes, en los clichés —descubrí gracias a Willder de dónde viene ese término—, porque escribir cuartas de forros implica todo un diseño. Yo me clavo demasiado en ellas. Cuando las escribo pienso en los lectores a los que se dirige el libro, pero también en otros tipos de públicos, como periodistas y libreros. Me planteo cómo apelar, en tan poco espacio, a tantas personas, cómo contar un poco del libro, cómo defenderlo como editor. 

ACH: Siguiendo lo que dijiste, Emiliano, de ver los blurbs como objetos de deseo, entiendo que las editoriales también los suelen poner en los libros de autores nuevos, emergentes o recién traducidos a una región para que el nicho se expanda. Hay países, como España, en los que se invierte mucho en cintillos con blurbs, que cuestan dinero y que sirven solo por un momento, porque se quitan fácilmente. 

En el libro, Willder hace una disquisición de las tradiciones editoriales en distintas regiones. Por eso sabemos que en Francia usan diseños sobrios, con pocas pistas, generalmente sin imagen y sin elogios de ningún tipo. En el otro extremo están los libros de Estados Unidos, como bien dijiste, Jazmina. Esto abre la pauta para preguntarles, como lectores, escritores y editores, cómo son los blurbs en México y en otros países.


JB
: Tengo sentimientos muy distintos hacia las contratapas que hacia los blurbs. Por un lado, me he dado cuenta, como dijo Emiliano, de que hoy en día la contratapa es una parte crucial de los libros, no solo porque es el primer acercamiento de un lector al libro, sino también porque es la parte que más se cita. A lo mejor es lo único que lee un periodista antes de entrevistar al autor.

En mi caso, he visto citas de las contratapas de mis libros incluso en las reseñas de escritores consolidados o de periodistas profesionales en medios importantes. No sé si las reproducen inconscientemente. Quizá es lo que leyeron al final o porque es lo más fácil. Por esa razón pienso que vale la pena que como editores pensemos bien qué debe ir en ellas.

En cambio, detesto los blurb por varias razones, a pesar de que reconozco su utilidad. Cuando estás dentro de la industria editorial, tras bambalinas, te das cuenta de que muchas veces son favores. En México y en el mundo de habla hispana, con frecuencia hay autores y editoriales que le piden directamente un blurb a un autor sin saber si el libro le va a gustar. A veces es porque no hay mucho tiempo antes de la publicación del libro y las editoriales lo necesitan para una beca o un apoyo. Mi sensación es que el porcentaje de blurbs genuinos es bajo. Y todo eso me desanima bastante. 

En Estados Unidos es distinto. Las editoriales —incluso las independientes— invierten dinero en imprimir muchas galeradas del libro —lo que ellos llaman advance copies— y las mandan con meses de anticipación a algunos autores y medios, para conseguir blurbs, o a los libreros, para que hagan pedidos anticipados.


EB: Los blurbs son un termómetro para entender el sistema de grupos que hay. Puedes darte cuenta de quién le hizo uno a quién, ver si son cuates o si pertenecen a la misma agencia o editorial. A mí también un editor estadounidense me contó que imprimen en digital hasta trescientas copias y se las mandan a gente de opiniones, porque eso puede hacer la diferencia en las ventas. 

Todo depende del país. En España son adictos a los cintillos y en Argentina por suerte no. Ni en México tampoco lo somos, aunque la escuela gringa comercial, que entra con grandes empresas, como Penguin, va permeando. Aunque, en cuanto a diseño, la faja es una cosa intermedia, porque cuando la desprendes se acaba esa «suciedad» en la portada.

También veo continuamente cómo se replican los textos de las contraportadas. A lo mejor los periodistas o los críticos o las personas en general imaginan que hay un consenso entre la editorial y los autores sobre ese texto, y no siempre es el caso, pero eso hace que la cuarta de forros sea fundamental. Lo noto también en las ferias físicas, que son como laboratorios en tiempo real, porque ves cómo una persona agarra el libro, observa la portada y, si le gusta, gira el libro para leer la cuarta y, si le gusta, te hace preguntas. Si lo deja, tal vez es porque está mal escrita. Mirarlos es estresante, dramático, a veces placentero, pero enriquecedor. 


ACH: Me pareció una locura cuando Willder menciona que ella ha escrito más de cinco mil cuartas de forros. Durante más de veinticinco años se la ha pasado redactando esta especie de literatura mínima pero funcional, un artificio con claves no tan claras, pero que, cuando funciona, funciona muy bien. 


EB: Me agradó la mención a La marca del editor, de Roberto Calasso, que entendía cada uno de los elementos de un libro como parte de la secuencia de un todo, ver cómo todos los libros de una editorial forman una obra completa. 

JB: Eso es justo lo que proponen los editores de Gris Tormenta. Es cierto que todas las editoriales lo hacen, pero es muy particular de ellos. Por ejemplo, se han encargado de reinventar la biografía de los autores o el colofón. Todas las partes de sus libros están pensadas. No solo las hacen bien, sino que se cuestionan por qué existen y cómo hacerlas de otra manera. Una de las primeras cosas que hice al terminar de leer el libro fue ver la contratapa, y pienso que le dieron una vuelta interesante.

Es precioso el texto de Calasso que cita Willder sobre que las contratapas son como un género literario. Yo también creo que lo son.





Jazmina Barrera (Ciudad de México, 1988) es editora, escritora, crítica literaria y traductora. Desde cada uno de estos oficios ha explorado las relaciones de la niñez, la juventud y la crianza con la escritura y la literatura. Es la lectora invitada de la antología Cinco miradas sobre la infancia, publicada en la colección Miradas.

Andrés Corta Hiriart (Ciudad de México, 1982) es zoólogo y escritor. Conduce el pódcast Masaje cerebral y el programa de televisión de la Revista de la Universidad de México. Preside la Sociedad de Científicos Anónimos y es autor de varios libros, entre ellos Fieras familiares y El ajolote.

Emiliano Becerril (Ciudad de México, 1982) es escritor, traductor y editor. Fue fundador de la librería Bucardón, productor radiofónico y autor de la serie Otros principios, transmitida en Radio UNAM. Ha sido colaborador de distintos medios y es autor de Vitiligo.


Regresar a la página principal del blog

Anterior
Anterior

¿Dónde comprar los libros de Gris Tormenta?

Siguiente
Siguiente

La escritura del mundo como acumulación de pequeños movimientos vibratorios