Un carbón encendido en la mano

Transcripción de fragmentos de la conversación entre Verónica Gerber Bicecci, Pablo Duarte y Horacio Warpola —moderada por Mónica Nepote— en torno al libro ‘Un gesto del tiempo. Construcciones sobre la escritura a partir de un texto de Kathryn Yusoff’.

10 noviembre 2025

© Wu Chi-Tsung, ‘Cyano-Collage 004’ (detalle), 2017.

Mónica Nepote (MN): La antología Un gesto del tiempo, que forma parte de la colección Disertaciones, es una ventana al tiempo, a la materialidad de la escritura, a la pregunta sobre qué significa estar en el planeta y ser huella, a qué significa querer ser borradura y a la imposibilidad de serlo.

Todo inicia con un texto de Kathryn Yusoff en torno a John Berger, pero su visión apunta también en varias direcciones: la geografía, la antropología, los estratos geológicos y también a cómo surge, resurge y lee una obra de arte pintada en una cueva en esta roca que habitamos. Me parece un libro con muchos recovecos, huecos, texturas. También apunta a una escritura planetaria con soportes geológicos propios de la naturaleza.

Aprovechando que tenemos al editor invitado y a un par de los autores, me gustaría que siguiéramos ambas rutas en esta conversación. Empecemos contigo, Pablo, hablando de cómo se dio el punto de partida con Yusoff y cómo se empezó a trazar el territorio que ofrece la antología.


Pablo Duarte (PD)
: Pienso que todo partió del asombro. Los editores de Gris Tormenta leyeron el ensayo de Yusoff, que encontraron en una antología en homenaje a John Berger, y me lo compartieron; quedé asombrado como ellos. Lo particular del texto es que la autora tiene una gran capacidad de convocatoria y de síntesis, recorre una gran cantidad de temas e inquietudes en unas pocas páginas. Sientes que cambia dependiendo de la hora del día: si lo lees en la manaña, parece que está hablando sobre las pinturas prehistóricas; pero de pronto, si lo lees en esa misma tarde, parece que está hablando de resistencia política; y, si lo lees en la noche, parece que habla de la materialidad de la escritura y de la trascendencia del escritor en la historia. Esa polisemia en un texto tan geográfico, académico y de tributo a la obra de un escritor, artista y pensador tan vasto como Berger hizo que sintiera que tenía un carbón encendido en la mano. A lo que me animaba ese carbón, en lugar de a soltarlo, era a pensar qué podíamos hacer con él, qué podíamos provocar. A partir de ahí vinieron muchas lecturas y conversaciones, y entonces surgió la idea de volverlo la base de una antología de la colección Disertaciones.

Pero pronto llegó la parte menos glamurosa, el camino más arduo. A veces pienso que no soy el editor más adecuado para este tipo de libros de largo proceso. Empecé a experimentar lo mismo que con el texto de Yusoff: por la mañana me lo imaginaba de una forma, y en la tarde de otra, y en la noche ya era una distinta. La forma que adquirió al final fue gracias a la intervención de los editores, pero pienso que se conserva en el libro esa búsqueda por ayudar a que la magia de las palabras de Yusoff no se perdiera y que al mismo tiempo no se volviera una camisa de fuerza para el resto de autores que están en el índice.

La avenida que me pareció más interesante para entrarle al texto era hablar del concepto de escritura. Por un lado, es un acto que hacemos en momentos específicos; por el otro, si lo pensamos, los humanos dejamos huellas en todas partes, que pueden interpretarse como una especie de escritura. A cada una de los invitados se les encomendó un ensayo con esa premisa, que respondieran, dialogaran, definieran o interactuaran con un concepto alrededor de la escritura —y además nosotros buscamos lecturas ya existentes con esa idea en mente. Así fueron apareciendo los textos y los autores; muchos son como Yusoff, es decir, que no solo se dedican a la literatura, sino también son artistas, filósofos, antropólogos, biólogos y más, personas que indagan en cosas intersticiales de la escritura, en los huecos y recovecos, pues ahí es eventualmente donde surgen variaciones más interesantes que una antología sobre escritura hecha solo por escritores.


MN
: Mauricio de la Puente, un colega que no es necesariamente escritor, pero que trabaja con el lenguaje, tiene una frase lapidaria que dice que el tiempo es el peor monocultivo de todos. Realmente el tiempo es una hegemonía: todos los países están regidos por el 24/7, la mayoría con un calendario de 365 días, la hora está determinada de acuerdo con lo que los ingleses marcaron como el meridiano cero, etcétera. Pero de repente hay fugas en algunas comunidades, casos, por ejemplo, donde no usan ni el calendario gregoriano. Y mucho de eso hay en la antología; están presentes esos otros tiempos de las materialidades, sobre todo la geológica: si hay un registro que nos dice dónde está, dónde surge o qué es el tiempo, ese registro está en las rocas.

¿Cómo es que a ustedes, como autores, les toca el texto y cómo después se desprenden de él y se van hacia otros lugares?


Verónica Gerber Bicecci (VGB)
: Me llegó la invitación de los editores a hacer un diálogo con el texto de Yusoff sobre el concepto de materialidad. En mi texto, que se llama «Las cosas que escriben», intenté retomar ideas de Yusoff y reescribirlas situadas en otros contextos. Además de lo que han dicho, que me parece muy atinado, agregaría que el ensayo de Yusoff convoca al tiempo geológico.

Lo que intenté hacer en mi texto fue seguir una de las líneas que plantea Yusoff y ver a dónde me llevaba: al principio ella habla de la oscuridad en la que se hicieron las pinturas rupestres, cómo la pintura con la que se hicieron está hecha de huesos de animales del pasado y cómo toda escritura es parte de esa geología. Entonces eso intenté hacer: sentarme en la oscuridad para tratar de escribir sobre la materialidad a la que me convocaba el texto de Yusoff. Y llegué a mi infancia y a mi mejor amigo de la infancia. Esto puso sobre mi mesa de trabajo algo que no esperaba: al pensar la materialidad de la escritura terminé escribiendo una suerte de respuesta a por qué escribo.

Para llegar a esa respuesta revisé la historia ecológica del lápiz y, específicamente, la del grafito. La investigación me llevó hasta la explosión de Chernóbil, en la que salieron disparados millones de restos de grafito, porque es un material que se utiliza en los reactores nucleares. Y, entre muchísimas sustancias más, la gente también respiró grafito, que afecta los pulmones.

Las amistades y los amores dejan huellas, como las manchas en el papel luego de intentar borrar algo y de eso también está hecha, materialmente, la escritura. No sabía que iba a llegar a esa idea, pero eso fue un poco lo que descubrí en el proceso, cuando me senté en la oscuridad, a tratar de ver mis propias pinturas rupestres.

Por cierto, me gusta mucho que la autora del ensayo detonador se define como una geógrafa antihumana. Es una postura frente a la dureza de la ciencia —de la que también habla Robin Wall Kimmerer en su texto de esta antología. Esa cerrazón frente a lo mutable y cómo confrontarlo.


Horacio Warpola (HW)
: Fue un placer recibir la invitación a participar en esta antología. Pablo me contactó y me propuso el concepto de la borradura dentro de la escritura. Desde el principio tuve claro de dónde quería que partiera el texto. Lo primero que me vino a la mente fue un poema de Roberto Juarroz, que usé como epígrafe. Otra de las primeras cosas en las que pensé, frente al teclado, fue en la acción física de borrar con el backspace. Más allá de meterme en procesos teóricos, filosóficos o poéticos, partí del ejercicio de presionar esa tecla y borrar letras.

En un momento me pareció prudente especular sobre un posible mundo en donde no existe la borradura, ni siquiera la de la memoria, sino que justo solo sobreviven cosas, objetos presentes. Pensar cómo funcionaría y cómo se procesarían la literatura, la poesía, la escritura con código; la escritura dentro de los lenguajes algorítmicos del internet, por ejemplo, si no se pudiera borrar absolutamente nada de lo que escribimos.

Fue inevitable, trabajando sobre esta especulación, hablar de los lenguajes digitales. Si hablo de borraduras al momento de escribir, pienso en la escritura en código, en la escritura algorítmica y en cómo nos relacionamos en el acto físico de ir borrando. Y también en la poesía, que es lo que más escribo.

Me interesaba, al menos en este ejercicio personal, saber cómo borro cuando escribo poemas, porque siempre termino haciendo poemas chiquitos. Para mí escribir poesía es más borrar que escribir, pues borro más que lo que escribo. Un poco hacia allá iba esta reflexión. Y la del tiempo, en particular, de cómo se sostiene en el tiempo lo que ya no borramos y lo que se quedó ahí, pero cómo se va borrando de otras maneras.


MN
: Como lectores, ¿qué reflexiones les provocaron los demás textos de la antología, cuáles les impresionaron?


VGB
: De pronto pienso que el texto de Horacio y el mío están en los extremos. En mi ensayo no existen las pantallas ni los teclados y en el suyo no existen los lápices. El mío mira, aparentemente, al pasado y el suyo va, aparentemente, hacia el futuro. Tal vez, al estar en los extremos, de alguna manera se complementan.

El texto de Robin Wall Kimmerer, y en general el libro del que salió ese ensayo, es una lectura importante para mí, a la que llegué a través de Maricela Guerrero. También me quedé pensando mucho en el texto de Francisco Serratos, «La posibilidad del futuro», donde revisa la catástrofe ecológica desde la escritura y va del pasado al presente. Tengo la impresión de que su texto cierra con una idea muy potente, que está flotando en el aire desde hace tiempo, y que yo le leí a Donna Haraway —que curiosamente también es bióloga, como Robin Wall Kimmerer. Serratos dice: «Seguimos sobreviviendo y hablando ya no a pesar de, sino con el pesar de la barbarie». Ese humilde con, y toda su potencia filosófica y poética, que viene del libro Seguir con el problema de Haraway, nos ha transformado a muchas personas.

Sentí mucha empatía con el texto de Cynthia Rimsky, «Un tiempo cansado», porque ella le habla a las personas que hicieron las pinturas rupestres; es decir, habla hacia el pasado, pero en realidad es como si lo hiciera hacia el futuro. Me recordó mucho al documental Into Eternity, sobre Onkalo, un depósito gigantesco de residuos nucleares en Finlandia que está en construcción. El documentalista entrevista a la gente que está construyendo ese lugar, localizado a doscientos metros bajo tierra al mismo tiempo que le habla a las civilizaciones del futuro, preguntándoles si terminarán por abrir el depósito y contaminarse de la basura de nuestra civilización o si lograrán salvarse de nuestra barbarie.


HW
: En el libro hay dos poetas que adoro: Anne Boyer y Chantal Maillard. Leerlas y sentirme con ellas en la antología me pareció increíble y hermoso. Disfruté el ensayo de Vilém Flusser, de quien recomiendo además ¿Tiene futuro la escritura?, un libro fascinante, adelantadísimo a su época. El de Cynthia Rimsky es hermoso, y también el de Serratos; desde hace tiempo sigo lo que él hace en redes, que ya es casi como activismo ecológico.

Me parece curioso que, aunque algunos de estos textos tienen una carga científica fuerte, también poseen una carga poética poderosa. Además, algo increíble de la colección Disertaciones es que los libros suelen llevar anexos que invitan a seguir entrándole al tema central.


PD
: Uno de los rasgos que más me emociona del texto de Kathryn Yusoff, y de la antología, es la exploración del futuro —y esto establece una conexión directa con En una orilla brumosa, otra de las antologías de Gris Tormenta. En el caso de Un gesto del tiempo, hay una idea implícita de una comunidad futura alrededor de la escritura. Si volviéramos a hacer la misma convocatoria y provocáramos a los mismos autores, quizá saldrían textos muy distintos de los que surgieron a partir de la misma base y premisa. Es decir, hay un asunto en el tema de la comunión escritor-lector que se menciona en el ensayo de Yusoff que apunta hacia una posibilidad de comunidad; no se pronuncia sobre los futuros, sino que lo sugiere. Este es un libro que, hablando de algoritmos, podría seguirse combinando para construir un índice distinto.

Mónica Nepote (Guadalajara, 1970) es poeta, ensayista y editora. Fue coordinadora del proyecto E-literatura del Centro de Cultura Digital de la Ciudad de México y editora de la revista literaria Tierra Adentro. Recibió el Premio Xavier Villaurrutia 2025. Escribe en la antología Viajes al país del silencio.

Pablo Duarte (Ciudad de México, 1980) es traductor, editor y ensayista. Conduce el programa Telegrafía sin hilos en Convoy. Autor de Ilegible. Escribe el prólogo de La lengua es un lugar. Es el editor invitado de la antología Un gesto del tiempo.

Verónica Gerber Bicecci (Ciudad de México, 1981) es una artista visual que escribe. Su búsqueda artística —el cruce entre palabra e imagen— se aprecia en libros como Mudanza, Conjunto vacío y La Compañía. Fue la editora invitada de En una orilla brumosa. Escribe en la antología Un gesto del tiempo.

Horacio Warpola (Estado de México, 1982 – Querétaro, 2024) fue editor, poeta y escritor. Su trabajo ahonda, usualmente por medio del juego, la experimentación y la apropiación del discurso, en las relaciones entre literatura electrónica, arte digital y arte contemporáneo. Participó en las antologías Por qué escribo y Un gesto del tiempo.

Un gesto del tiempo. Construcciones sobre la escritura a partir de un texto de Kathryn Yusoff. Escriben: Anne Boyer, Guy Davenport, Vilém Flusser, Verónica Gerber Bicecci, Tim Ingold, Robin Wall Kimmerer, Chantal Maillard, Cynthia Rimsky, Francisco Serratos y Horacio Warpola. Edición de Pablo Duarte. Primeras páginas.

El libro es parte de la colección Disertaciones: antologías que intentan definir un concepto que elude la definición.

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